“Culo p’atrás y deja correr la rueda”.
Este es el único consejo que todos mis amigos de grupeta solían darme cada vez que me paraba, lleno de dudas, ante una zona técnica en nuestros recorridos de bicicleta de montaña.
Montar en bicicleta es fácil, sobre todo si empiezas, como la mayoría, de pequeño. Sin embargo, montar en bicicleta de montaña por senderos estrechos, salpicados de piedras, raíces y escalones, es otra cosa. Si quieres participar en algunas de las muchas marchas cicloturistas de montaña que se organizan en la actualidad, seguramente te encontrarás con zonas técnicas. Es lo que pide el público, o sea, nosotros: diversión en forma de desafío técnico.

El mundo de la competición no es ajeno a este fenómeno, los circuitos actuales del campeonato del mundo de Cross Country (XC) incluyen zonas técnicas impensables hace una década. Esto hace las carreras más vistosas e interesantes, pues no es suficiente con tener buenas piernas para competir al más alto nivel, hay que ser rápido también bajando y serpenteando entre los senderos. Ya hace tiempo que los mejores del mundial de XC corren con bicicletas de doble suspensión y ahora hasta montan tijas telescópicas para ser más eficientes en las bajadas. Incluso los agresivos ángulos de dirección muy cerrados, típicos de esta disciplina están relajándose, precisamente para ayudar a los ciclistas en las zonas con descensos técnicos.
Para un ciclista como yo, con pocas aspiraciones competitivas más allá de finalizar las marchas sin sufrir demasiado, las zonas técnicas con excesiva complicación para mi nivel se solucionaban de manera muy sencilla: desmontando y procurando no molestar al resto de corredores. No esconderé que algunos tramos técnicos me estresan, aunque la tensión es proporcional a la alegría que supone superarlos sin percance, e incluso finalmente, pasándolo bien. Sin embargo el verano pasado me sucedió algo que me hizo replantearme muchas cosas como ciclista. En la primera etapa de la que iba a ser mi tercera Transpyr consecutiva, me caí y me fracturé el tobillo. Una lesión grave que afortunadamente ha ido evolucionando, de momento, bastante bien. No me caí en una zona técnica, fue un despiste: carretera local, exceso de velocidad, una curva que se acerca, una serie derrapes y finalmente la bici me escupió de lado violentamente rompiéndome el tobillo al apoyar el pie en tierra.
Durante el tiempo que estuve convaleciente le di muchas vueltas al accidente. Lo causó una distracción, pero ¿podría haberlo evitado o al menos minimizado sus consecuencias? ¿Qué sabía yo de controlar un derrape involuntario? ¿Qué recursos contaba para imprevistos de este tipo? En los aproximadamente cuatro años que llevo entrenando “en serio”, ¿cuánto he dedicado a mejorar mi estado de forma y el material del que dispongo, y cuánto a mejorar mi técnica de conducción? El balance era clarísimo: no había hecho mucho, aparte de practicar y comprarme un libro sobre el tema (“Técnicas maestras del Mountain Bike” de Brian Lopes, editado en España por Ediciones Tutor).
Así que al inicio de este 2018, habiendo retomado los entrenamientos ciclistas con muchas ganas, me marqué un nuevo objetivo invernal: mejorar mi técnica de MTB. Una de las dificultades que se presentaban es que suelo entrenar en solitario. De hecho, no puedo decir que tenga una grupeta de montaña (esto daría para otra historia, pero en resumen, he perdido, por diferentes motivos, a mis antiguos compañeros). Como me he dedicado y aún me dedico profesionalmente a la docencia, sé de la importancia de establecer unos objetivos sobre habilidades y competencias y sobre todo, poder evaluar el progreso en el aprendizaje.
Finalmente, acudí a los profesionales. Después de consultar con Biketraining, me informaron que estaban empezando a trabajar con un preparador de técnica MTB, Pasqual Canals, top 15 del campeonato del mundo de descenso y ganador en tres ediciones consecutivas del UFF® Down Urban Barcelona. En total han sido ocho horas de “clase”, repartidas en cuatro sesiones, que me han hecho cambiar totalmente mi perspectiva del ciclismo de montaña. A continuación, os presento un breve repaso de las impresiones que he tenido con este cursillo y cómo han cambiado mi concepción del MTB.

Las acrobacias son algo más que espectáculo y refrescos energéticos
Todas las clases, excepto una, se desarrollaron en el circuito municipal de BMX en Sant Andreu de la Barca y sus inmediaciones, muy cerca de Barcelona. Aunque el lugar está justo al lado de una montaña con numerosos trazados de enduro y descenso, las clases empezaban siempre en la pista. Allí Pasqual me inició en lo más básico: la posición sobre la bicicleta. Uno de los primeros ejercicios consistía en partir de la rampa de salida y sin dar pedales, completar una parte del circuito. Para ello tuve que aprender que con mi posición sobre la bicicleta podía hacer que la bicicleta corriese, saltase o bien siguiese el contorno del terreno. Todo ello sin dar una sola pedalada. Dado que la disciplina que suelo practicar es el Maratón y Ultra Maratón MTB, y las carreras por etapas, Pasqual me recalcó la importancia de dominar estas técnicas para ahorrar energías. Ahora bien, ese ahorro no “sale gratis”, esas técnicas requieren de un buen desarrollo muscular del tronco (también conocido por el anglicismo “core”) y de los brazos. El día después de todas las clases… ¡tenía agujetas a causa de la especificidad de los ejercicios y de las repeticiones que hacíamos!
Y es que para superar obstáculos con el mínimo esfuerzo hay que hacer trabajar el tronco, ayudándote de la flexibilidad de los brazos y de la posición de las caderas, para cambiar el peso, delante, detrás. También buscar los apoyos para impulsarte, jugando con el peso, tanto en ondulaciones como en curvas con peralte. Haciendo todo esto se descubre un MTB más intenso, en el que cada movimiento cuenta, ¡no solo las pedaladas!
Poco a poco me fui dando cuenta de que el BMX y el Trial son algo más que espectáculo, son las disciplinas donde se utilizan de una manera más extrema y evidente las técnicas que luego son la base de otras disciplinas como el descenso, el enduro o el XC técnico de los últimos años.

El freno delantero es tu amigo
Una de las primeras cosas que Pasqual me corrigió fue cómo distribuía la fuerza de frenado sobre ambos frenos. Hasta ese momento, en la posición “de ataque”, utilizaba un dedo para frenar con el freno delantero y dos con el freno trasero. A partir de ahora, utilizaría solo un dedo también con el freno trasero. Estaba acostumbrado a “temer” el uso del freno delantero cuando afrontaba una bajada, por miedo a bloquear la rueda delantera y ser escupido por encima del manillar. Y ese temor hacía que aplicase mayor fuerza, con los dos dedos, con el freno trasero. El resultado es que, al aplicar demasiada fuerza en el freno trasero, el uso del freno delantero, aunque fuese con un solo dedo, conducía a una drástica disminución de la velocidad. Y si la velocidad disminuye demasiado nos encontramos con problemas ante cualquier obstáculo que se presente a la rueda delantera. Aun así, Pasqual me enseñó que a veces es necesario reducir la velocidad descendiendo, e incluso detenerse del todo, ya sea porque circulamos por un área que no conocemos y necesitamos un poco de tiempo para “leer” la trayectoria, o bien porque necesitamos dar un poco de espacio respecto a un corredor que circule por delante nuestro. Para ello practicamos bajando por un terraplén empinado, frenando solo con el freno delantero, y deteniéndonos del todo por un segundo, utilizando ahora sí, el freno trasero, para después continuar nuestro camino. A partir de ese momento he podido comprobar cómo, además de la posición del cuerpo echado para atrás y las caderas bajas, el control se basa en la dosificación casi exclusiva del freno delantero. Fue toda una experiencia en algunos casos, ¡bajar casi sin tocar el freno de atrás! Además, al ocupar solo un dedo en operar los frenos, mejoramos el agarre de la mano en los puños, haciendo más firme nuestro control del manillar.

Sin equilibrio no hay control
Uno de los aspectos que tenía claro que debía mejorar era el del equilibrio. No sé si es por la edad, pero en los últimos años diría que mi equilibrio general no ha mejorado, y sobre la bicicleta tampoco era especialmente destacable. Por supuesto, el equilibrio para el MTB es crucial, y Pasqual dedicó una parte importante del tiempo a los ejercicios de equilibrio. Estos ejercicios son muy sencillos y los podemos incorporar a nuestras rutinas de entreno en cualquier momento. Algunos de estos ejercicios consistían en definir un cuadrado con cuatro piedras y hacer el circuito, parando del todo en cada esquina del cuadrado. La dificultad del ejercicio se puede incrementar haciendo el cuadrado más pequeño. Los primeros intentos fueron difíciles, pero con los consejos de Pasqual los resultados mejoraron rápidamente, no solo es cuestión de equilibrio, cuenta el desarrollo (para poder movernos con un golpe de pedal), no mirar en exceso al suelo, etc. En sucesivas clases fuimos más allá, incorporando técnicas de Trial como el movimiento lateral desde parado de la rueda delantera y trasera, o el slalom, jugando con la inclinación de los hombros y la posición de los pedales, cambiando apoyos, una maniobra que me permitió descubrir una desconocida confianza en el tren delantero.

Y ahora vamos a hacer un poco de MTB
Una vez acabados los ejercicios específicos, cada sesión incluía una pequeña ruta por los alrededores del circuito de BMX de Sant Andreu de la Barca, un terreno ideal con mucho desnivel, piedra, troncos, raíces (no en vano es sede de competiciones de enduro y descenso). Reconozco que sentía algo de miedo y respeto… por lo desconocido. Y eso que acostumbro a seguir rutas que he descargado de Internet y enfrentarme a lo que salga, pero sabía que Pasqual iba a exigirme y a sacarme de mi zona de confort a la mínima de cambio. Y así fue ya el primer día, cuando no me atreví a completar una trialera de bajada con mucho desnivel y mucha piedra suelta y algún pequeño escalón que no me transmitía demasiada confianza. Adelanto ya que el último día Pasqual me llevó de nuevo a la trialera de marras, y la bajé… ¡dos veces!

¿Qué diferencia hubo entre el primer día y el último? Sencillamente, el último día contaba ya con más recursos para afrontar situaciones difíciles, y con recursos uno tiene más confianza, y la confianza invita a la repetición y ésta nos conduce a la experiencia. Y con experiencia, todo es diferente a la hora de afrontar zonas técnicas complicadas. Por supuesto, tener a Pasqual detrás (o delante) haciendo comentarios sobre la marcha fue de mucha ayuda. Oír a Pasqual comentar positivamente un movimiento dibujaba una sonrisa en mi cara y me animaba a continuar y a aplicar lo aprendido. ¡De repente me apetecía volver a hacer zonas complicadas para intentar mejorar aún más! Ese repertorio de recursos nuevos disparaba mi imaginación, ya no partía de cero al afrontar una zona técnica, sino que ya sabía qué hacer. Eso supuso un gran cambio que creo que me ha hecho crecer enormemente como ciclista de montaña. Aún así, un día tengo que volver a despejar algunas zonas que el último día se me atragantaron…
Por otra parte, las enseñanzas de Pasqual han hecho aún más intenso el carácter de autoconocimiento de un deporte como el ciclismo de montaña (y también el ciclismo en general). Ya no solamente eres consciente de tu cuerpo en cuanto al puro rendimiento, el esfuerzo que estás realizando y cómo responde tu cuerpo, sino que has de prestar atención a la posición, el reparto de pesos, saber interiorizar los movimientos claves hasta que estos sean casi automáticos, etc. Algunos de los ejercicios que me propuso Pasqual van precisamente en esa dirección. Por ejemplo, uno de las sesiones no se desarrolló en Sant Andreu de la Barca sino que fuimos a un lugar que conozco muy bien (la zona de Olèrdola, muy cerca de Vilafranca del Penedès). Llevé a Pasqual al primer sendero que hice en mi vida, tiré delante y cuando acabamos me dijo: “ahora lo haremos otra vez, pero sin correr tanto, vamos a ir más despacio y a marcar bien todos los movimientos”. O en senderos más o menos planos, me invitaba a pedalear lo menos posible, a intentar dominar las inercias en las curvas y en los obstáculos, de manera que pudiese completar el recorrido con las mínimas pedaladas. Estos ejercicios van precisamente en esa dirección, ser consciente de todos tus movimientos corporales y no tanto de la fuerza de los pedales. Primero dominar la técnica, la velocidad vendrá después.

Mejorar como ciclista
Dado que no compito por los primeros puestos sino para mejorar mis registros y completar las rutas y marchas de la mejor manera posible, la velocidad no me obsesiona. Sin embargo es fácil darse cuenta de cómo va a mejorar mi velocidad a partir de ahora, sin necesariamente pedalear más duro. A partir de ahora seré más rápido porque iré a la velocidad más indicada al momento, y por lo tanto frenaré lo menos posible para poder rodar seguro. Seré más rápido porque podré superar los obstáculos sin tener que detenerme, y por tanto mi conducción será más fluida. Seré más rápido porque podré aprovechar mejor las inercias en cualquier situación, sin tener que depender exclusivamente de la fuerza bruta. Seré más rápido y llegaré más lejos porque mi conducción será más relajada al contar con mayor experiencia y poder acudir a los recursos aprendidos para solventar las situaciones que se me presenten en ruta. ¡Y sobre todo, seré mejor ciclista porque tendré más motivos para subirme a la bici!
Recomiendo a todos los ciclistas de montaña que mejoren su técnica, si tenéis la suerte de contar en vuestra grupeta con el típico «crack» habilidoso que vuela por las trialeras, no dudéis en pedirle consejo, pedidle que os observe y os corrija, que os señale lo que podéis hacer mejor. Y si os pasa como a mi, que vais por libre y no tenéis grupeta, buscad en vuestra zona, seguro que en alguna tienda de bicicletas os pueden orientar sobre cursos como el que yo he seguido con Biketraining y Pasqual Canals. Sí, es un gasto (en mi caso no me costó más caro que la hora de fisioterapia…), ¡pero serán unos euros muy bien gastados!
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