Vaya por delante que en lo que a mí respecta la etapa ha ido muy bien y he hecho un tiempazo, si lo comparo con el año pasado (9 horas cuando el año pasado fueron casi 12). Como en las etapas anteriores he ido a mi aire, adelantando corredores, con buen ritmo y sin ningún tipo de problemas. Pero la etapa ha sido muy dura y he sido testigo de abandonos, accidentes y al final me he visto en una situación potencialmente comprometida de la que he salido bastante airoso.

El recorrido hasta el primer avituallamiento de Biniés no presenta grandes dificultades, pista rodadora, buena velocidad media y todo el mundo bastante agrupado (en parte porque en un tramo de carretera hemos de esperar a que la Guardia Civil haga su aparición, neutralice la carrera y acompañe al gran grupo que se ha formado). Después del avituallamiento, bajando por una pista sin complicación, de repente encontramos un sovavón con muy mala leche. La corredora alemana que va delante de mí se lo come, no del todo, ya que la rueda delantera no se ha llegado a bloquear y por suerte no sale despedida. Pero la hostia se la lleva igual, por suerte la esquivo. Más tarde me enteraré de de que ha tenido que abandonar. Jordi, mi compañero de estos dos últimos días, tiene una caída tonta y se le rompe el sillín. Me adelanto para avisar a su padre que iba por delante. Cuando me lo encuentro me dice que está con dolores fuertes en el glúteo y que abandonará para dejarle el sillín a su hijo. Finalmente acaban la etapa los dos, deben haber podido arreglar el sillín, ya que esto le ha pasado justo antes de llegar a un vehículo de asistencia.

A partir de ese momento continuo nuevamente en solitario. Llego al avituallamiento de Burgui donde como y sin perder mucho tiempo sigo mi camino, de nuevo adelantando a grupos de corredores. Ahí empeza otra etapa, muy diferente. El primer aperitivo, un sendero no ciclable donde toca empujar de lo lindo. Después una bajada muy rápida y bonita con un sendero con mucho flow dentro de un bosque espectacular. Más tarde un enlace por carretera de unos 6 kilómetros hasta Ibilcieta, donde abandono la carretera y empieza la penúltima ascensión del día. Casi diría que la etapa empieza ahí. Unas cuestas impresionantes con barro, frío y lluvia que no se acaban nunca. De nuevo todo esto “recogiendo cadáveres”, la gente está muy tocada y se nota. Poco antes de llegar al último avituallamiento la lluvia ya se pone seria, y a ratos me parece incluso que cae aguanieve. La llegada al avituallamiento se hace interminable, por suerte el recuerdo del año pasado me ayuda a no perder la esperanza y tener paciencia.

Al llegar al avituallamiento de Abaurrepea el aguacero ya es considerable, dentro del bosque, tan frondoso, no se nota tanto. Sin llegar a “jarrear”, pero suficiente para quedar empapado y sobre todo helado. No hay sitio donde guarecerse, ni bares en el pueblo y el caldo aún no está caliente (en los últimos dos días el caldo caliente es una necesidad en los avituallamientos). ¿Qué hacer? Pues al final comer algo y volver a la bici, con la esperanza de que como me quedan 10 km de subida, pues ya me calentaré subiendo. Pero antes de esos 10 km de subida hay 5 km de bajada y además por carretera. Lo que en condiciones normales sería un regalo, bajada y por carretera, se convierte en un suplicio, con mi desarrollo (llevo un 30 monoplato) no da para pedalear mucho, apenas veo por el agua que cae y las gafas en estas ocasiones no sirven para nada. Y además tampoco es que me conviene ir muy rápido, pues los frenos están ya cantando la Traviata a base de bien (acabo de recoger la bici de la asistencia mecánica y efectivamente me han cambiado las pastillas de freno).

Cuando he salido del avituallamiento se me une otro corredor, un belga «loco» que va sin GPS y que ha pensado lo mismo que yo. Madre mía qué personaje y cómo subimos, pegando berridos y con un ritmo que no sé de dónde lo he sacado. Después de pasar por el pueblo de Aria dejamos la carretera y entramos en un camino rural bastante potable hasta coronar y a partir de ahí un festival de barro, por caminos, veredas, hasta descender por medio de un prado y ahí me meto una castaña sin consecuencias, bastante rara, se me ha ido de atrás la bici y he ido patinando de lado un buen lado hasta caerme, pero sin salir despedido. Por suerte el barro y el prado hacen buen colchón. Al llegar casi a meta nos ha entra la locura a Kim el belga loco y a mí y nos marcamos un sprint impresionante para entrar en meta como hemos subido: a lo loco. De hecho el espectáculo ha sido tal que la foto que ilustra la crónica oficial de la etapa de hoy en la web de la Transpyr es precisamente la mía. Estoy que me salgo, evidentemente.

Más tarde me entero de que para evitar accidentes, y después de que saliésemos nosotros han ofrecido a los corredores ir desde el avituallamiento de Abaurrepea a Burguete por carretera. Bueno, eso pasa por ir rápidos, ahora que ya ha pasado todo, no me arrepiento, aunque reconozco que he tenido un momento de preocupación en plan “ahora me va a dar una hipotermia me voy a poner enfermo y mañana no podré salir”. Pero de hecho la hipotermia no se ha dado porque hemos subido bien “hot”. Paranoias del deporte supongo, ahora me doy cuenta de lo mal que lo deben pasar los ciclistas que se juegan cosas de verdad, cualquier tontería y arruinas una carrera o una temporada entera. Este es un deporte que puede ser muy cruel.
Mañana última etapa que, siendo esto la Transpyr, tiene sus trampas (algunas ya me las sé). El año pasado me levanté malísimo, pero este año es diferente. Lo que tengo claro es que si no neutralizan los primeros tramos (sigue lloviendo en Burguete a estas horas), voy a ir con pies de plomo y a no arriesgar nada de nada. Hay que llegar a Hondarribia como sea, porque esto tiene que tener un final digno de cómo ha ido la semana.
Sé el primero en comentar